XI

Yo soy la estatua a quien todos observan
como algo inerte, con fugaz y mera atenciòn,
que pasado el tiempo a travès de la naturaleza
envejece, màs no el aura del genio creador.

Yo soy la sombra que siempre a la vuelta
del sonriente, camina a un lado inferior,
del que mira de reojo la ondulante silueta
que crece, en el suelo al compàs del sol.

Yo soy el agua estancada que queda
en la fuente, la que siempre se rehusò,
que da valor y plenitud a la piedra
nutriente, sin que se incruste el moho.

Yo soy el dìa que siempre entre las estrellas
oscurece, y a la brillante contemplaciòn,
se ignora mi profundo contraste que enseña
a la gente, sobre la oscuridad la iluminaciòn.

Yo soy las gotas en los cristales que despiertan
al durmiente, evocando el frìo en el albor,
y por el vaho del rocìo vuestra piel en primavera
se resiente, cuando se abren los pètalos de la flor.

Yo soy la fruta podrida que del àrbol cuelga
y a la vista adolece, negando mi sabor,
que a los pàjaros que atraigo se alimentan,
y èstos embellecen, la recolecta con su canciòn.

Yo soy la palabra que sin ninguna fuerza
sale breve, mortecina por una reflexiòn,
dirigida a esa persona que su alma ciega
la tiene, y estima su talante sobre mi valor.